domingo, 26 de diciembre de 2010

Los brujitos cocineros - María Alicia Esain




LOS BRUJITOS COCINEROS

¿Brujitos en la cocina?

¡Qué asunto disparatado!

Harán galletas de escoba

y plumeritos asados.

Encenderán la cocina

con leña de trapos viejos

y cuando pelen cebollas

llorarán frente al espejo.

Después querrán hacer guiso

con fideos de lombriz

o churrascos de repollo

o tomates con anís.

Dejarán sobre la mesa

mosquitas azucaradas

y vasos con jugo negro

de cucarachas asadas.

Al terminar tal desastre,

se irán a armar una orquesta

que con ollas y sartenes

le dé música a la fiesta.

Luego se irán a dormir

a sus cuevas olorosas.

Allí los esperan sapos

y mil negras mariposas.

Cuando llegue la mañana

a la escuela han de marchar

y a sus brujosos amigos

besos brujos han de dar.

(c) María Alicia Esain


2007


Provincia de Buenos Aires

Viaje a las estrellas - Guillermo Abramson



Viaje a las estrellas

De cómo (y con qué) los hombres midieron el universo


Guillermo Abramson

Siglo Veintiuno Editores


(Buenos Aires)


Este libro cuenta la historia de la medición de la distancia a las estrellas. Contada por Guillermo Abramson, doctor en Física, profesor del Instituto Balseiro e investigador del CONICET.

“…No deja de ser sorprendente - tratándose de objetos tan lejanos y que existen en una escala de tiempo y de espacio tan distinta a la humana – lo que la astronomía moderna sabe sobre las estrellas. No se puede, por ejemplo, tomar muestras de ellas y llevarlas al laboratorio para estudiarlas, ni observarlas a lo largo de sus existencias. Sin embargo la comprensión que la ciencia ha alcanzado acerca de todo lo relativo a las estrellas es enormemente exacta y exitosa, sin duda uno de los grandes logros de nuestra civilización. Sabemos cómo nacen y cómo se forman, junto con los planetas que las acompañan, a partir de las nubes de gas y de polvo que pernean el espacio (a las que iluminan y esculpen con la intensa radiación de sus años juveniles). Sabemos que algunas viven lentamente y se extinguen en paz formando coloridas nebulosas llamadas “planetarias”. Otras, en cambio, viven rápidamente y concluyen sus existencias de manera violenta y explosiva; es el caso de las supernovas. Todas acaban devolviendo al espacio interestelar buena parte de la materia que las formó, enriquecida con los nuevos elementos forjados en sus hornos termonucleares. Material que contribuirá a la formación de la siguiente generación de estrellas y sistemas planetarios.

Vale la pena reflexionar sobre este permanente reciclado de la materia en la Galaxia, ya que es la misma de la que estamos hechos nosotros: el calcio de nuestros huesos, el hierro en nuestra sangre, el oxígeno que respiramos, el color de la clorofila de las plantas, el oro de los anillos de bodas, todo, todo ha sido forjado en los hornos termonucleares de generaciones de estrellas anteriores a nuestro Sol. Tal vez sea ésta la contribución más valiosa de la astronomía del siglo XX a nuestra cultura: adoptando una perspectiva adecuada podemos llegar a comprender que somos el propio universo conociéndose a sí mismo…”.



Sónoman - El hombre del Poder-Músico-Mental - Oswal




Sónoman

El hombre del Poder-Músico - Mental

Oswal

Ediciones de la Flor

(Buenos Aires)

Las historias incluidas en el presente volumen fueron originalmente publicadas en la revista infantil Anteojito entre los años 1966 y 1975 con copyright Osvaldo W. Viola. Ahora Ediciones de la Flor las publica en forma de libro. Sónoman es una historieta donde se destaca la fuerza de su dibujo y restallante color.


Como introducción, se publica una entrevista al superhéroe Sonoman, quien dice: “Mis pensamientos y mis sentimientos son normales, iguales a los de cualquier persona”. Y ante la pregunta de “si se piensa que los superhéroes son perjudiciales al común de los lectores, porque pueden hacerles perder el sentido de lo real, o sea, valorizar mal lo de cada día, en especial a los chicos y a los jóvenes”, la respuesta del personaje es “Si no hemos perdido la capacidad de asombro por lo cotidiano, por lo hermoso y deslumbrante de las cosas simples y comunes de la vida: el andar de una hormiga, la maravilla de un libro o la belleza de un atardecer, esa fantasía, como diversión o distracción, no daña y hasta puede ser positiva…”.

El autor tiene una larga trayectoria en el género historietas. En 1966 cuando le pidieron un personaje para la revista infantil Anteojito, creó Sonoman, cuyas aventuras lo ubican entre los superhéroes. Su publicación se prolongó durante diez años, hasta 1975, marcando la infancia de toda una generación.

Otros de sus trabajos de autor – guión y dibujo – fueron “El espíritu de Mascarín” y, últimamente, “Tango en Florencia”. En colaboración con guionistas de gran prestigio como Albiac, Abolí y Yaqui ilustró, entre otras, “Big Rag”, “13 relatos negros” y “Con summatum Est”.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Jugando con el arte: Alfredo Guttero
























(Buenos Aires)

Estas imágenes del pintor argentino Alfredo Guttero corresponden a una muestra realizada en el Museo de Arte Latioamericano de Buenos Aires en 2006.

Actividades propuestas:

mirar atentamente las imágenes

describir lo que se ve

qué colores se usaron

qué formas geométricas se encuentran

escribir un relato breve inspirado en cada imagen



Biografía de Alfredo Guttero

Alfredo Guttero (Buenos Aires, 1882 – 1932)


es uno de los artistas clave de la historia del arte argentino. Sus pinturas y yesos cocidos, técnica personal inventada por el pintor en 1927, constituyen un cuerpo de obras que lo ubica entre los principales protagonistas de la renovación cultural ocurrida entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX en lo que los historiadores llaman la modernidad.

Guttero pasó la mayor parte de su vida profesional estudiando y trabajando en Europa, especialmente, en París y con breves residencias en Alemania, Austria e Italia, y viajando por diferentes ciudades de España, Inglaterra, Francia y Suiza. Después de más de dos décadas de ausencia, finalmente, en septiembre de 1927, regresó a Buenos Aires, donde desplegó una intensa actividad hasta el momento de su muerte en diciembre de 1932.

Durante esos cinco años en la Argentina, Guttero se dedicó a trabajar en su obra y a exponer en los salones nacionales y provinciales de bellas artes que se extendían por el país, así como a inaugurar muestras individuales y a participar de exposiciones colectivas. Pero, al mismo tiempo, se convirtió en un hombre de acción destinando gran parte de su tiempo y esfuerzo a diseñar y desplegar estrategias y planes de lucha con el objetivo de afirmar la presencia del arte moderno en la Argentina y para enfrentar los aspectos más reaccionarios y conservadores del ámbito artístico local. Guttero fue asesor de la Asociación Amigos del Arte y director artístico de la sala de exposiciones de la Asociación Wagneriana; participó en varias publicaciones especializadas y de vanguardia; fue miembro de la Agrupación de Artistas Camuatí y autor en la revista homónima; propuso un programa de barracas desmontables de exposiciones, sus “girantas”, que debían recorrer los barrios porteños; organizó exhibiciones individuales de sus colegas, participó de jurados de admisión en salones oficiales; firmó cartas y petitorios públicos dirigidos contra la burocracia institucional reclamando modificaciones de política en el Museo Nacional de Bellas Artes y la Comisión Nacional de Bellas Artes; apoyó proyectos editoriales renovadores enfocados en la historia del arte argentino; buscó fortalecer los intercambios de exposiciones e información con intelectuales y artistas de Uruguay y Brasil; se comprometió con la actualización de la enseñanza y fue cofundador de un taller libre; creó nuevos modelos de salones y novedosos circuitos de visibilidad para los pintores y escultores nuevos fundando y organizando periódicamente el Salón de Pintores Modernos presentado en Buenos Aires, La Plata, Rosario y Montevideo.

imagénes publicadas:

Anunciación, 1927

Óleo sobre tela

180 x 136

Colección Galería Vermeer, Buenos Aires


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Georgelina, 1915

Óleo sobre tela

100 x 80

Colección Zurbarán, Buenos Aires


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Paisaje de Puerto Nuevo o Paisaje de puerto o Elevadores, 1928

Pigmento industrial, yeso y cola natural

sobre madera terciada

61 x 71

Colección particular, Buenos Aires




















































































































jueves, 9 de diciembre de 2010

Pepita Catalina se perdió









¿Dónde está mi Pepita Catalina? –preguntó Cecilia, con ganas de llorar. Esa noche se quedaría a dormir con sus abuelos, pero sin su muñeca de trapo al lado, el sueño no vendría nunca.

-Yo no la vi- dijo Bernardo- Acá, con mis herramientas, no está- y siguió arreglando su grúa verde. -Si la encuentro desarmada, le pongo tornillos y te la doy.

Gabriel, por su parte, exclamó:

- Yo tampoco la vi. Estoy luchando contra los monstruos ¡No sé si ellos se la llevaron, pero les ganaré y la traeré de vuelta para la noche, te lo aseguro, Cecilia!

El bebé Vittorio sólo hizo BRRRRRRRRRRR Ta Ta- (Él todavía no sabe hablar, pero seguro que quiso decirle a Cecilia):

Yo tampoco la vi. Si la encuentro en mi cuna, te la doy. Sólo necesito a mi elefante azul para dormir…)

Cecilia se sintió cada vez más triste, tanto, que hasta se le desenrularon no solamente los rulos, ¡sino hasta sus pestañas! Su naricita se perdió entre los cachetes y dos lágrimas panzonas bajaron de sus ojos.

-¿Dónde está mi Pepita Catalina? ¿Cómo haré para dormir sin ella en la casa de la abuela? Si no la tengo conmigo, el sueño no vendrá.

En ese momento, llegó Dorotea, la vecina coqueta de enfrente. Cuando se enteró de lo que sucedía, dijo, resuelta:

-¡Pero querida, comprate una MELANIE, la muñeca que está de moda! ¿Para qué tener una de trapo si MELANIE es como las modelos de televisión? Pepita Catalina es una antigüedad.

Pero yo la quiero mucho- dijo bajito, la nena- es suave y blandita. La hicimos con la abuela en una tarde de lluvia. Ella la cosió y yo le ayudé. Le pusimos peluquita y botitas en los pies…Y otras dos lágrimas fueron bajando de sus ojos…

En ese momento sonó el teléfono. Era Lilú, la bibliotecaria. Preguntaba por la dueña de la muñeca.

-¡Hola! ¿Cecilia? - ¿Recordás que vinieron hace un rato, con la abuela, Bernardo, Gabriel y el bebé Vittorio a buscar cuentos? Hay algo que olvidaste…

¡A Pepita Catalina!- exclamó, casi segura, Cecilia.

-¡Sí!- respondió Lilú- La dejaste en el estante de los cuentos de brujas. Ella se quedó leyéndolos…Recién la vi. Al salir, te la alcanzaré. También llevaré los libros que le gustaron.

Esa noche, la abuela leyó a todos, muchos cuentos de brujas y Cecilia logró dormir feliz con Pepita Catalina.

(c)María Alicia Esain

Navarro

Provincia de Buenos Aires

domingo, 5 de diciembre de 2010

La hoja del titiritero

http://www.hojacal.info/hojacal_Noticias21.pdf

El día que no salió el sol - Marié Rojas Tamayo






EL DÍA QUE NO SALIÓ EL SOL

Cuento infantil

de Marié Rojas Tamayo

Ilustrado por Sarah Graziella Respall Rojas

EL DÍA QUE NO SALIÓ EL SOL


Aquella mañana los animalitos diurnos demoraron en despertarse. Los nocturnos hicieron horas extra esperando a que se marchase la oscuridad. Pero pasado un tiempo, comenzó a ser evidente que el sol no iba a salir. El murciélago voló a averiguar qué pasaba y regresó con la noticia:

Una nube inmensa, pesada y oscura, cubría al pobre sol, atrapado tras su sombra, sin posibilidad de anunciarse con uno de sus amaneceres coloridos.


Inmediatamente convocaron una asamblea. Los animales se reunieron alrededor de la sabia abejita, quien les dijo: “Hermanos, hay que rescatar al sol de esta nube que lo tiene preso, debemos encontrar una solución”.


Las mariposas propusieron alzar su vuelo lo más alto posible y batir alas con todas sus fuerzas… sabido es que el viento empuja a las nubes, llevándoselas a otras regiones. Allá volaron en bandadas. Pero por más que lo intentaron, la intrusa no se movió ni un poquito. Regresaron agotadas.


Habló la mamá de una familia de osos y propuso tirarle piedras a la nube; tal vez la asustaran y lograran que se marchara. Comenzó una andanada de piedras a volar por los aires. Pero descendieron a toda prisa para caer en la cabeza de los que no corrieron a esconderse.


Las arañas tejedoras propusieron hacer una gran red y atrapar a la nube, tirar de ella y llevarla lejos. Nadie estuvo de acuerdo porque una vez hecha la red no sabrían como hacer caer en ella al nubarrón…


Entonces un zunzún a quien nadie hacía caso, porque era el ave más pequeña del mundo, les dijo: “Ayer volé cerca de unos niños, les escuché decir que las nubes están hechas de gotas de agua y que si se canta muy alto se hace que estas gotas caigan. No sé si es verdad, ¡pero vale la pena probar!”.

Estuvieron de acuerdo. Cantar una canción no es difícil como cazar la nube en una red, ni fatigoso como abanicarla para que se marche, ni peligroso como lanzar piedras. Haciendo un gran coro, los animales comenzaron a cantar para que la nube se transformara en lluvia y dejara libre al sol. Aullaban los lobos, trinaban las aves, gruñían los osos, bramaban los ciervos, chillaban las ardillas…

Hasta la serpiente sorprendió a todos con su melodiosa voz.


De pronto, una gota cayó sobre la cabeza de la lechuza, que voló gritando: “¡Más, más, más!” El canto se elevó, a esa gota le siguió otra, ya eran millones, mientras la nube se iba desvaneciendo, dando paso a los primeros rayos de luz. Cuando quedaban apenas unas gotitas, el sol las transformó en un bello arco iris, agradeciendo a los animalitos su canción.


De este modo comenzó el nuevo día. No sabemos si fue gracias a la canción que la nube se transformó en lluvia, o si era un cuento más de los que suele inventar el zunzún, tan pequeñito como juguetón. ¡Lo cierto es que valió la pena intentarlo!

(c)Marié Rojas Tamayo

(c)Ilustraciones: Sarah Graziella Respall Rojas, 9 años

4to grado

Escuela Pepito Mendoza


Cuba

El Blog Desde la biblioteca- novedades



Nuevo posteo del Blog de la Biblio

www.escuela-5.blogspot.com

Muestra interescolar "Alas para un mismo vuelo".


viernes, 12 de noviembre de 2010

El hombrecito blanco y el misterio de las hadas









EL HOMBRECITO BLANCO Y EL MISTERIO DE LAS HADAS

"Trabajamos a tientas,
el universo es fluido y cambiante,
el lenguaje rígido"(1)
Jorge Luis Borges

Araceli Otamendi

Con la boca abierta, las luces prendidas -eran intensas-, la máscara blanca, la música funcional y elperfume del clavo de olor, resistía.

Como siempre, cuando iba al dentista. Esta vez era ella, una mujer, joven, unos treinta. Profesional, bajó mi asiento, no sé cómo hizo hasta que mi cabeza estuvo casi en línea paralela a la de mis pies. Me sentí frágil. Había llevado un libro de los impresionistas. Por suerte comparaban a unos con otros, pude leerlo en la sala de espera. Ahí estaban Monet, Cezanne, Pizarro, Gauguin, Van Gogh, Degas. Me había propuesto pensar en todos ellos y hasta me hice una promesa: pintar diariamente, como en otras épocas. Todo eso con tal de no volver a sentir el dolor, ese desgarro.

Ahora, estaba en manos de ella, de esa mujer bajita que me miraba mientras la luz de la lámpara del techo no se conmovía ante mis ojos.

Cuando aplicó la primera inyección de anestesia empecé a pensar en los nenúfares de Monet. Celestes, húmedos, flotan en el agua. A los pocos minutos ya estaba en un campo de trigo. En los siguientes, veía alas bailarinas de Degas moviéndose en la escena. Mezclé imaginariamente los colores en la paleta. Elamarillo de cadmio con el azul ultramar daba bien. mientras el rosa, mezcla de blanco y rojo púrpura, sería perfecto para la combinación que pretendía alcanzar. Cerraba los ojos y veía el lienzo y las pinceladas, lo haría con espátula, le daría intensidad, cuerpo a la materia.

Ella, la dentista era implacable. Me preguntó varias veces si se me había dormido la lengua. El cosquilleo era intenso, resignada afirmé con un leve movimiento de cabeza.

Afuera era un día lindo, de cielo azul y sol. Enfrente, a través del vidrio se veía un edificio, paredes grises yalguna ventana. Algunas plantas, donde sobrevivían algunas hojas y nuevos brotes saludaban desde elverde claro. Intenté pensar en eso: el renacimiento de las plantas, las hojas nuevas. El renacer de la vida. Quería olvidar el dolor de muelas.

La dentista arremetió nuevamente. No podía ver con qué instrumentos horadaba mi boca, mis dientes, mis encías. Mi pensamiento estaba fijo ahora en el río, en el agua.

Durante algunos momentos me detenía en el oleaje del Río de la Plata, era un día diáfano, el cielo limpio yazul. Algunos barcos navegaban. Tenían las velas desplegadas, multicolores, eran un buen espectáculo.

En otros, estaba frente a un manantial de agua cristalina.

Fue entonces cuando lo vi. Al hombrecito aquél, colgado del techo. Estaba ahí como un marciano, como un extraterrestre a punto de atacarme. Caería sobre mí esa extraña criatura de algún planeta. Elhombrecito, tan chico mirándome desde la lámpara del techo. Vestido de blanco, como un astronauta. ¿Por qué no iba a creer en eso? Si hasta Arthur Conan Doyle escribió un libro sobre las hadas y sus misterios. En resumen lo cuento: dos niñas pequeñas juegan en un jardín y ven unas hadas. Las fotografíany muestran las fotos a los adultos. Éstos las mandan a examinar. Las pruebas dicen que las fotos no están trucadas.

Durante años persiguen a las niñas infinidad de curiosos. Finalmente, una de las niñas, cuando llega a vieja, devela el misterio: las hadas eran figuras de papel recortadas. La otra, más crédula, sostiene la verdad, su verdad, ¿cuál es la verdad?: las hadas existieron, jugaban en el jardín y ellas las fotografiaron: eran verdaderas.

El hombrecito está a punto de lanzarse sobre mi cabeza, no puedo gritar, no puedo hacer nada en esta situación. sólo imaginar que ha venido de viaje para ayudarme. Para escapar de ahí, donde aprisionada, soy nada más que una boca donde la dentista sigue con su experimento.

El perfume del clavo de olor es persistente. Ahora entra una ayudante, es una mujer más joven todavía. La dentista se relaja. Los movimientos se hacen más suaves en mi boca. La ayudante comenta con minuciosidad un día de su vida, cuando llega a la casa y se pone a jugar con los hijos. Son niños, juegan en una terraza. El más chico riega las plantas, la niña juega en el agua de una pileta de plástico. Más tarde, los lleva al pelotero a jugar durante más de una hora, a perderse en un laberinto de esferas y colores. El relato fluye e inevitablemente, siembra anzuelos en el lecho de la memoria, desprende retazos de recuerdos. Ya casi está terminado, me dice la dentista con voz neutra.

Somos tres mujeres en un consultorio pequeño, el día es diáfano, de un azul intenso. Recuerdo momentos vividos como los que contó la ayudante, así, con mis hijos, cuando eran niños. Agradezco el recuerdo, la remembranza. El hombrecito no está más en el techo. Ha vuelto, seguramente a su lejano planeta. Quién sabe.

(1) de Epílogo, Historia de la noche, Jorge Luis Borges

(c) Araceli Otamendi

cuento publicado en "El baúl de los disfraces" de la Revista literaria "La Casa de Asterión"


http://casadeasterion.homestead.com/v7n25blanco.html


ilustración de Pilar Ribas Maura

Novedades del Blog Desde la Biblioteca

(Buenos Aires)



El Blog Desde la Biblioteca ha publicado varias novedades realizadas en la Biblioteca de la E.P. N° 5 y la E.S.N° 29 de Espeleta, Partido de Quilmes, Provincia de Buenos Aires:


Pueden leerlas en:


http://www.escuela-5.blogspot.com/

martes, 9 de noviembre de 2010

Las Pampas- Arte y Cultura en el Siglo XIX en Fundación Proa

Figura Izquierda

Manto de cuero pintado

Cuero de caballo.

Col. Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, Bs. As.

Figura Derecha

Manto de cuero de oveja pintado

Cuero de oveja, lana.

Col. Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, Bs. As.



(Buenos Aires)


Se inauguró en la Fundación Proa la muestra "Las Pampas- Arte y Cultura en el Siglo XIX". Se trata de una extraordinaria exposición que incluye colecciones de varios museos públicos y colecciones privadas, una muestra que presenta la cultura de una época, la historia,visitada desde la estética del presente, jerarquíza los valores de las culturas desde sus objetos artísticos y de la vida cotidiana.



A partir de los relatos de viajeros e intelectuales –como Lucio V. Mansilla**–, la literatura permitió siempre comprender ese período. La exhibición Las Pampas… aporta un nuevo relato: a través de la contemplación de los objetos y de su valor estético, nos atrevemos a imaginar un paisaje poblado por caciques a caballo y mujeres enjoyadas dominando la inmensidad de la llanura.

Las Pampas… está organizada en cuatro salas que representan los diversos temas fundantes de nuestra cultura: la mujer, el caballo, la organización social y política, el cacicato, la orfebrería y el adorno como símbolo de poder, junto al poncho con su riqueza de diseños y alusión a las jerarquías.


Las Pampas: Arte y Cultura en el Siglo XIX



Poncho del Gral. Lucio V. Mansilla

Ranquel

Lana de oveja. Faz de urdimbre.

Colección Museo Histórico Nacional

Poncho del General José de San Martín

Pehuenche

Pelo de camélido. Faz de urdimbre

Colección Museo Histórico Nacional

Poncho del cacique Calfucurá

Araucano

Lana de oveja. Faz de urdimbre.

Colección Museo Gauchesco "Ricardo Guiraldes", San Antonio de Areco, Provincia de Buenos Aires.




San Martín, Mansilla y el cacique Calfucurá están presentes con sus prendas. El poncho de San Martín, cedido por el Museo Histórico Nacional, propone al espectador imaginar el cruce de los Andes y los sueños cumplidos del prócer, así como revivir el momento en el que Lucio V. Mansilla protegió su vida gracias al poncho regalado por el cacique.**


Desde la escena del arte, Fundación Proa propone revisitar nuestra historia y valorar la riqueza y la creatividad que las diversas culturas produjeron en el pasado. Las piezas presentes son imágenes permanentes de nuestro acervo simbólico.


Las Pampas: Arte y Cultura en el Siglo XIX es posible gracias a museos públicos y colecciones privadas que cedieron sus obras para esta exhibición, y al auspicio de Tenaris – Organización Techint.


“En la pampa las impresiones son rápidas, espasmódicas, para luego borrarse en la

amplitud del ambiente, sin dejar huella.” Ricardo Güiraldes.

Don Segundo Sombra *




Pectoral Llol Llol, Pectoral Sekil, Collar Llankatu
Plata batida, chaquiras.
Col. Fundación Nicolás García Uriburu
Aros, Tupu, Gargantilla, Trarilonko
Plata batida, medallas.
Colección Privada, Argentina

Cortesía Fundación Proa






Los pueblos originarios en el siglo XIX


Las pampas y la Patagonia eran el hogar de una población aborigen de varios miles de personas que se remontaba a más de doce mil años.


A mediados del siglo XIX, estos pueblos originarios ocupaban el espacio delimitado por la frontera, un amplio arco con sus extremos apuntando al sur que se extendía desde el litoral atlántico bonaerense hasta la costa del Pacífico.

La diversidad de paisajes y los escasos recursos de ese territorio obligaron a sus pobladores a movilizarse hacia el norte en búsqueda de tierras fértiles.

El contacto con los europeos cambió la vida de los aborígenes de las pampas transformando su tecnología, economía y organización socio-política. Este proceso contribuyó a una creciente homogenización cultural y lingüística de la región que culminó en el siglo XIX, sin borrar las particularidades de cada grupo.

A mediados del siglo XIX, los grandes cacicatos conducidos por poderosos jefes indígenas controlaban el territorio; la sociedad aborigen alcanzó entonces sus formas más complejas de organización económica, social y política.

La consolidación del Estado argentino y su decisión de controlar las tierras dominadas por las sociedades aborígenes impulsaron, a partir de 1876, el avance militar sobre esos territorios con el fin de incorporarlos a la joven nación, sometiendo a sus pobladores originarios. El proceso duró algunas décadas y tuvo un alto costo para las poblaciones aborígenes; los descendientes de los que sobrevivieron a la ocupación son los que hoy mantienen vivas las tradiciones de sus ancestros, a quienes llaman “los antiguos”.


Las mujeres, fuerza de trabajo y capital político


Los procesos económicos que tuvieron lugar en el siglo XVIII contribuyeron a definir el orden social que caracterizó a los grandes cacicatos del siglo XIX, donde la riqueza –posesión de ganados, objetos de plata y esposas– se consolidó como factor determinante de jerarquía social. Las esposas, por las que se pagaban al padre bienes muchas veces cuantiosos, constituían –al igual que las cautivas y los niños– la principal fuerza de trabajo. Eran responsables de los quehaceres domésticos y la atención de la familia, cuidaban los rebaños, procuraban agua y leña, recolectaban semillas y frutos, hilaban y tejían prendas –sobre todo ponchos y mantas– para uso familiar y para comerciar, curtían los cueros, confeccionaban enseres y herramientas en madera –incluso arados–, y tenían a su cargo el acarreo de las pertenencias. También representaban un capital político, ya que los matrimonios consagraban y fortalecían lealtades y alianzas.




Ponchos

Araucano, Siglo XIX

Lana de oveja. Faz de urdimbre, tejido llano. Diseño en ikat.

Colección Privada, Argentina

Cortesía Fundación Proa






La platería araucana o ecuestre mapuche


En Chile, la platería de uso ecuestre es conocida como “platería ecuestre mapuche”, mientras que en Argentina se la denomina “platería araucana”.

Esta platería tiene sus raíces en las postrimerías del siglo XVIII, cuando los plateros españoles llegaron a Chile. Establecidos en la zona de Arauco, enseñaron a los indígenas a confeccionar prendas de plata, sobre todo para el caballo. Al comienzo fueron los españoles quienes idearon modelos de arneses para los jefes indígenas y hacendados. Pronto, los plateros indígenas, habiendo aprendido el oficio de los europeos, crearon sus propios diseños en sus talleres. Como pasaba en las pampas, los jefes más pudientes tenían la mayor cantidad de objetos de plata, con lo que mostraban su importancia y su poder. Esto explica el auge de la platería durante el siglo XIX.

La platería ecuestre araucana, si bien contemporánea de las joyas para la mujer, tiene un estilo propio. Sin embargo, en ciertas piezas de esta platería se pueden identificar los mismos motivos que se observan en la de uso femenino. Los motivos representados no son meras decoraciones, sino que están directamente relacionados con la cosmovisión mapuche.


La platería pehuenche


Los pehuenche habitaban al pie de ambas vertientes de la Cordillera de los Andes, en la zona donde crece el árbol de la araucaria o pehuén (Araucaria araucana), que corresponde al sur de Mendoza y al norte de Neuquén en el actual territorio argentino.


Los pehuenche dominaban los pasos cordilleranos, permitiéndoles controlar el tráfico del ganado, de la sal y el comercio fronterizo que en esa época era muy abundante. Esta fue sin duda la fuente de su poder y riqueza.


Antiguamente se pensaba erróneamente que toda la platería pampa carecía de ornamentación; hoy se sabe que la única que tiene la propiedad de ser lisa, salvo algunas excepciones, es la pehuenche.


La sociedad en la toldería


La toldería fue el núcleo de la vida social y sus habitantes estaban, o se consideraban, unidos entre sí. Cada toldo reunía a una familia formada por padre, esposa o esposas, hijas solteras, hijos solteros y casados, nietos. A su vez, todas las familias de una toldería formaban un linaje que reconocía un antepasado común y llevaban un mismo nombre gentilicio, aunque no todas tenían la misma jerarquía. El jefe de una de ellas ejercía el mando del grupo y su importancia en el cacicato dependía de sus cualidades personales, la antigüedad de su linaje y la cantidad de guerreros que lo apoyaban. Junto a los descendientes del linaje, vivían en la toldería otros dos grupos: los cautivos, que se sumaban a la fuerza de trabajo familiar, y los agregados o allegados: indígenas y blancos refugiados que vivían a expensas del cacique y desempeñaban para él diversas tareas: lo acompañaban en los malones, participaban en juntas y parlamentos, actuaban como espías o informantes y, en el caso de los blancos que sabían escribir –y por ello gozaban una situación privilegiada-, como secretarios a cargo de la correspondencia.


Una segunda distinción entre hombres y mujeres determinaba la división del trabajo. Los hombres tenían a su cargo la guerra y la obtención y circulación de ganados. Las mujeres y niños se ocupaban de las innumerables tareas domésticas.


Los cautivos blancos, en su mayoría mujeres y niños, eran un núcleo importante. Su adaptación a la vida en la toldería era muy dura, aunque los niños pequeños eran incorporados a la familia y tratados como hijos propios. Las cautivas más afortunadas podían llegar a convertirse en concubinas del jefe del toldo, aunque eso no las libraba de las tareas más pesadas.


Dentro de la toldería, existía una tercera división muy marcada entre el estrato dominante de los guerreros (conas) y la chusma, formada por indias, cautivas y cautivos, niños y ancianos. Sobre esta –principalmente sobre las mujeres– recaía la mayor carga laboral.


Los parlamentos


La institución más tradicional y característica de la vida política indígena eran las grandes asambleas, juntas o parlamentos. En ellos participaban todos los conas u hombres de lanza quienes, en ocasión de reuniones importantes, llegaban desde muy lejos. En esos parlamentos, que eran cuidadosamente preparados y podían durar varios días, los principales jefes exponían sus ideas en larguísimos y complejos discursos, haciendo gala de sus dotes oratoria.


Hacia mediados del siglo XIX los grandes caciques fueron adquiriendo autoridad y poder en los parlamentos y esto les otorgó una influencia decisiva en las resoluciones A los parlamentos correspondía decidir sobre los asuntos fundamentales del mundo indígena y, en particular, consagrar a los grandes caciques y resolver los asuntos relacionados con la guerra y la paz.


Los mantos tehuelche


Quizá los bienes más característicos y preciados de la cultura tehuelche sean los grandes mantos y capas de piel o cuero pintados. Realizados originalmente con pieles de guanaco –recurso fundamental para la supervivencia de esas poblaciones–, se utilizaron más tarde cueros de caballo y oveja cuando este animal de origen europeo se incorporó a la vida de las poblaciones aborígenes meridionales. Cueros y pieles eran provistos por los hombres mediante la caza, pero eran las mujeres quienes preparaban los cueros, confeccionaban los mantos y capas, y realizaban las pinturas que los adornaban.

Además de su valor como abrigo –eran imprescindibles durante el crudo invierno patagónico–, mantos y capas expresaban, especialmente en los dibujos pintados en ellos, la identidad de quienes los usaban y la visión tehuelche del mundo social y simbólico. Los dibujos, de varios colores y carácter geométrico, se vinculan a aquellos que también aparecen en pinturas rupestres y piedras grabadas. Al menos en algunos casos, mantos y capas acompañaban a sus dueños después de la muerte.




Ponchos

Ranquel

Lana de oveja. Faz de urdimbre, tejido llano.

Colección Privada, Argentina

Cortesía Fundación Proa


Ponchos

Pehuenche

Lana de oveja. Faz de urdimbre, tejido llano.

Colección Privada, Argentina

Cortesía Fundación Proa


Ponchos

Inglaterra

Lana de oveja. Tejido industrial

Colección Privada, Argentina

Cortesía Fundación Proa




El poder de los grandes cacicatos

El cacicazgo era generalmente hereditario, pero contaban también otras condiciones personales. El cacique debía ser valeroso, magnífico jinete, hábil en el manejo de las armas, dotado de condiciones de mando, capaz de movilizar un gran número de conas y experto en cuestiones pecuarias. Además, debía poseer dotes de orador para dirigir y controlar las asambleas y parlamentos, en particular si había otros jefes que cuestionaran sus opiniones.

Otro factor importante en el fortalecimiento de su autoridad era el manejo de información, que los caciques recogían a través de una vasta red de espías e informantes, por intermedio de los comerciantes o pulperos, y –gracias a las gestiones de sus secretarios– de los diarios que llegaban a sus manos y la correspondencia que intercambiaban con destacados personajes del mundo criollo o con otros grandes caciques.

También pesó cada vez más la riqueza, resultado esencialmente de los grandes malones y de los regalos y raciones con que el gobierno huinca procuraba garantizar la amistad o neutralizar ataques. Estos regalos, que incluían ganados, licores, tabaco, yerba, prendas de vestir, piezas de uniformes militares, sables, espadas, espuelas y piezas de plata, eran entregados al cacique. Ellos los distribuían entre sus guerreros, cuya lealtad era esencial a la hora de resolver conflictos en los parlamentos.


Platería pampa


Podríamos definir genéricamente como platería pampa a un estilo diferente de su contemporáneo, el llamado estilo criollo. La platería pampa es un conjunto compuesto por piezas pertenecientes a las distintas comunidades que poblaron la llanura, cada una de ellas con sus propios motivos y diseños. Las naciones indígenas, como se les llama a las parcialidades que pertenecían al mismo origen, se dividían en diferentes comunidades. Cada una de ellas se identifica por un patrón de diseño que está siempre presente en las piezas. La manera de organizar y plasmar las decoraciones se mantiene fiel al diseño de la tribu. Los plateros indígenas eran hábiles artesanos y aquellos de mayor oficio trabajaban para los caciques de más alto rango. Los caciques que pertenecían a comunidades más pobres y no contaban con plateros recurrían a talleres independientes. Es importante destacar que los artesanos de estos talleres fabricaban las piezas según el estilo propio de la estirpe de sus clientes.


Platería ranquel

Hábiles labradores y ganaderos, los ranqueles adquirieron importancia hacia fines del siglo XVIII y la incrementaron en el siglo XIX. Los plateros ranqueles eran eximios orfebres.

Sensibles a la naturaleza, manejaban el cincel con tanto arte que los trazos parecen imitar los pastos más finos de la pampa. En la platería ranquel encontramos un pimpollo de rosa que posiblemente sea el emblema de la tribu del gran cacique ranquelino Mariano Rosas. También se observan la flor del cardo santo y abstracciones de ciertos pájaros que ellos veneraban como el nexo entre los seres vivientes y aquellos del más allá.

Hay una marcada diferencia estilística entre los plateros del sur del río Colorado y aquellos de las tribus pampeanas: los primeros diseñaban motivos abstractos y los segundos se inspiraban en la flora y la fauna.

Cacique ranquel Mariano Rosas

El pimpollo de rosa que aparece en varias de las piezas aquí expuestas es ajeno a la flora autóctona. Posiblemente sea el símbolo de la tribu del cacique Panguitruz Güor, llamado Mariano Rosas. Hijo del cacique Painé, Panguitruz permaneció en su juventud cautivo en la provincia de Buenos Aires, donde Juan Manuel de Rosas lo hizo bautizar en la fe cristiana, lo apadrinó, le puso el nombre de Mariano y le dio su apellido. Muy posiblemente, Mariano Rosas adoptó el pimpollo del escudo de la familia de Juan Manuel como emblema de su cacicato. Dada la importancia de Mariano Rosas, quien fuera el gran cacique ranquel del siglo XIX, este símbolo se reitera con frecuencia en las piezas pertenecientes este grupo.

El caballo indio


El caballo indio es único. Está entrenado de tal manera que una combinación de mansedumbre, fortaleza y velocidad lo hacen imbatible. […] inalcanzable para sus parientes en propiedad del ejército o los gauchos. El caballo indio es especialmente fiel. Es muy manso pero sólo acepta como jinete a su dueño […]. Creemos que las extraordinarias características del animal se debieron, en gran medida, al especial respeto que por él sentía el indio.

El indio jamás maltrataba a su caballo, jamás le hacía tener miedo. Y lo llenaba de afecto todo el tiempo. Era antes que nada su amigo. Alrededor de él creó una verdadera cultura en la que la utilización de la platería estuvo muy vinculada.

Lucio V. Mansilla. Una Excusión a los indios ranqueles (1870).


Comercio e intercambios

La desigual distribución de los recursos obligó a los pobladores de la región a movilizarse, alentando desde temprano la circulación de bienes valiosos. La presencia europea, la adopción del caballo y la disponibilidad de nuevos bienes intensificaron los intercambios entre los distintos grupos aborígenes de las pampas, la Araucanía y la Patagonia, y entre éstos y el mundo hispano-criollo. Así, a mediados del siglo XIX, una compleja red de caminos –las “rastrilladas” – atravesaba el territorio indígena y se prolongaba hasta las fronteras.

Los intercambios con la sociedad criolla eran fundamentales en las fronteras con las provincias argentinas, donde los aborígenes colocaban los excedentes de su producción (cueros, pieles, plumas, talabartería, añil, ponchos) y obtenían harinas, azúcar, telas livianas, adornos, prendas de vestir, quincallería, tabaco, yerba mate y licores. A lo largo del río Negro se realizaban intercambios regulares con los tehuelches. Ellos llegaban hasta allí con plumas y las codiciadas pieles de guanaco, que los indios de la pampa adquirían para su uso o para revender en la frontera criolla. Desde la década de 1860, la colonia galesa del Chubut fue otro importante centro de intercambios. Algunos productos circulaban entre los cacicatos, como las largas cañas de la cordillera con que armaban sus lanzas; la sal, algunas piedras y sustancias colorantes, y muchos productos de origen europeo adquiridos en las fronteras.

Pero el centro de esas actividades comerciales lo constituía el gran tráfico ganadero, que se apoyaba principalmente en la apropiación de animales en las haciendas o estancias de la frontera –objetivo fundamental de los malones– y en su posterior traslado al territorio trasandino, mercado normal de esos ganados. En torno al malón –la actividad más rentable para los indígenas– se unían los grupos y se aunaban esfuerzos, hombres y recursos. A este movimiento de ganados se vinculaba la principal actividad mercantil indígena, pues la venta de estos animales y de sal a los pueblos de la Araucanía o en las fronteras de Chile permitía obtener múltiples bienes de gran valor económico y sobre todo simbólico, como licores y vino, metales –sobre todo plata–, sombreros y prendas de vestir europeos, adornos y añil, entre otros.



El poncho

Es una prenda cotidiana de factura simple que se encontra en diversas culturas. En su formato es casi universal. Sin embargo, hoy se lo asocia geográficamente con el sur del continente americano y a la vida del jinete.

Antes de la aparición del caballo traído por los europeos, el poncho ya estaba entre nosotros. Los ponchos tejidos surgieron gracias al desarrollo de una cultura textil.


Desde el punto de vista utilitario, el poncho es sencillo y versátil: protege del viento y la lluvia, sirve de cama a quien duerme bajo las estrellas, y hasta de arma y escudo en el duelo a cuchillo.


Si bien se han conservado algunos ponchos sureños del siglo XVIII, la mayoría de los ejemplares que han llegado a nuestras manos datan del siglo XIX, cuando esta prenda se popularizó al encontrar su lugar en la vida ecuestre.

El poncho inglés

El poncho inglés o poncho de paño, que llegó al Río de la Plata durante el auge de la era industrial británica a mediados del siglo XIX. Suplía las mismas necesidades que el poncho pampa tejido por las mujeres indígenas de las pampas y la Araucanía, pero era de mucho más fácil acceso por su bajo costo puesto que el poncho pampa estaba confeccionado enteramente a mano con lanas teñidas de modo artesanal. Generalmente los ponchos ingleses tenían fondos en una amplia gama en tonos de marrones o azules, con diseños inspirados en papeles pintados o estampados de la época victoriana. Como eran hechos en serie, los patrones de diseño se repetían y por eso es común encontrar ponchos ingleses muy similares.

También en ese período existía el poncho patria, también confeccionado en Inglaterra, de paño grueso color azul oscuro y forro de bayoneta colorada; tenía cuello y una abertura que se cerraba con botones en el pecho y posiblemente haya sido una adaptación de las capas militares españolas. Antes de la Independencia, esta prenda era otorgada por el rey de España y por eso se la llamaba poncho reyuno. Posteriormente, por ser el Gobierno Nacional el que proporcionaba y regalaba a los caciques esta clase de prendas, muy popular entre ellos, se lo denominó poncho patria. Cueros y pieles eran provistos por los hombres mediante la caza, pero eran las mujeres quienes preparaban los cueros, confeccionaban los mantos y capas, y realizaban las pinturas que los adornaban.

Además de su valor como abrigo –eran imprescindibles durante el crudo invierno patagónico–, mantos y capas expresaban, especialmente en los dibujos pintados en ellos, la identidad de quienes los usaban y la visión tehuelche del mundo social y simbólico. Los dibujos, de varios colores y carácter geométrico, se vinculan a aquellos que también aparecen en pinturas rupestres y piedras grabadas. Al menos en algunos casos, mantos y capas acompañaban a sus dueños después de la muerte.


Visitas didácticas:


El Departamento de Educación creó un programa integral especialmente pensado para la exhibición Las Pampas con visitas guiadas, actividades para escuelas, talleres para familias, material didáctico y una audioguía online en español e inglés que se puede descargar desde el sitio web de Proa.


De martes a viernes a las 17 horas y los fines de semana a las 15 y a las 17 horas, se realizan visitas guiadas para público general. Y de manera permanente, un equipo de educadores se encuentra disponible en las salas para dialogar con los visitantes y acompañarlos en su recorrido por la exhibición.


El Programa para escuelas ofrece visitas para estudiantes de los distintos niveles educativos con talleres de producción artística y charlas adaptadas a las necesidades de cada grupo. Además, se organizan encuentros con docentes, visitas e intercambios para dar a conocer la propuesta educativa de Proa.


Todos los martes, los estudiantes y docentes pueden acceder libremente a las salas y cuentan con material en la Librería Proa para profundizar el estudio sobre algunos de los aspectos desarrollados en la muestra.


Las actividades para familias comprenden talleres, actividades didácticas, juegos y espacios de reflexión y creación para chicos y adultos relacionados con los conceptos que se exponen en Las Pampas…


Para esta exhibición, también se encuentra disponible para descargar desde el sitio web de Proa una audioguía que propone un recorrido interactivo por cada una de las salas, complementando el intercambio que se produce con los educadores.


Consultas: educacion@proa.org / [54 11] 4104 1041






*más datos sobre Ricardo Güiraldes en el blog de escritores de la Provincia de Buenos Aires

http://archivosdelsur-pciabsas.blogspot.com/


**más datos sobre Lucio V. Mansilla en el blog de escritores de la Provincia de Buenos Aires

http://archivosdelsur-pciabsas.blogspot.com/2010/11/lucio-v-mansilla.html


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